Los expertos en nutrición no paran de hacer hincapié en la trascendencia del desayuno, como pieza esencial de nuestra alimentación. La primera comida del día tiene una clara repercusión, tanto en la respuesta de nuestro organismo frente a la actividad diaria, como en el estado general de nuestra salud.
Y, curiosamente, más allá de las recomendaciones médicas, el desayuno es probablemente la costumbre alimentaria en la que se observan más diferencias de unos países a otros. En la mente de todos están los copiosos y completos desayunos propios de la cultura anglosajona, frente a la liviana forma de empezar el día de España, por ejemplo.
Diferencias que se mantienen en zonas muy cercanas geográficamente y que, por lo tanto, solo pueden explicarse con argumentos de influencia histórica. El caso de Argentina es muy representativo en este sentido. Su desayuno típico se aleja mucho del propio de otras naciones latinoamericanas, como las típicas arepas con café de Venezuela, por citar un ejemplo representativo.
En Argentina lo que impera a primera hora del día es una comida de clara influencia europea, pero con algunos significativos toques singulares. Así, predomina la ingesta de carbohidratos en el desayuno. Hablamos, sobre todo, de masas dulces como las “facturas” y las “mediaslunas”, tan similares a los famosos croissants franceses. Pero, aunque son muchos los argentinos que eligen un humeante café para acompañarlos, lo cierto es que lo más usual y típico es desayunar con mate. Esta es la infusión nacional, muy apreciada en el país, y que se consume indistintamente durante todo el día.